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jueves, 19 de junio de 2008

La Cope

Hace mucho tiempo que me tiene preocupado un tema eclesial de transcendencia. Este es el de la transmisión del mensaje del evangelio y, por ende, la capacidad que podemos tener de informar y formar a través de los medios de comunicación social.
Es evidente que necesitamos comunicadores del mensaje evangélico. Es una invitación constante, e inherente, a la dinámica de la fe. Bien es cierto que ahí no se acaba, se necesitan las obras, los hechos que avalen dicho mensaje.
Creo que es importante que la gente perciba el mensaje de liberación y salvación de forma adecuada a dicho mensaje. Mcluhan acertó al afirmar: "el medio también es el mensaje". Por eso hay que cuidar tanto lo que se dice como la forma en que se dice. No es lo mismo proponer la fe, que imponerla; ser asertivos que destructivos; analizar que insultar; dialogar que discutir.
Si la Iglesia tiene un determinado medio de comunicación a través del cual hace su análisis e información, los cristianos tenemos que pedir que ese medio sea, cuando menos, de estilo evangélico. Y no me refiero a algo melifluo y que tenga miedo a hacer un análisis en profundidad y con mordiente. Que no se confunda lo que quiero decir. El estilo evangélico, en ocasiones, es también claro y, por eso mismo, puede parecer duro. Y serlo.
Pero lo que debe quedar claro es que tiene que buscar la verdad, y no puede ser insultante u ofensivo. Y, por supuesto, plural. Que de distintas visiones de los temas discutibles y no sea unívoco.
Desgraciadamente me encuentro eso en algunos programas que pertenecen a la cadena Cope: adolecen de pluralidad y estilo evangélico. Esto crea desasosiego en el oyente que se acerca a esta cadena con la intención de oír distintas opiniones, estudios sosegados, y propuestas constructivas.
Creo que habría que revisar tanto cómo se comunica en las emisoras de la Cope como aquello que se comunica. No encuentro ningún problema en que el estilo pueda ser con cierta ironía, con garra. Tampoco que las opiniones que se vierten puedan o no coincidir con las mías. Ni que el periodista o el director sea de una tendencia ideológica determinada. Nada de eso, en sí, es necesariamente negativo. Pero lo que se dice debe ser respetuoso, crítico también, pero con una limpieza evangélica que haga que quien lo escuche no sienta que si no está con lo que dice, está fuera de la verdad. Al fin y al cabo lo que pretendemos todos es hacer un mundo que se parezca a lo que Dios quiere, y que está claramente definido en las Bienaventuranzas. Deberían de revisar, pues, quienes tengan potestad para eso, las líneas, medios y formas de la Cadena para que los cristianos no tengamos que migrar a otras ondas decepcionados, una vez más, de las elecciones erróneas en materia de comunicación que apoyamos desde la Iglesia.

viernes, 13 de junio de 2008

la ternura

La caricia que emplea la palabra,
el abrazo que tuerce el brazo a la desidia,
la sonrisa que alivia tempestades,
la mirada que ahuyenta los miedos de la soledad,
la mano que toca en suave don,
la afrenta que huye ante la cercanía,
la esperanza renovada contigo,
la seguridad de que te sé,
tal es la ternura.

El cosquilleo de la complicidad indisumulada,
la risa que reparte intimidades,
la espera ilusionada de tu presencia,
la certeza de tu compañía,
el susurro quedo del secreto,
la pregunta insistente sobre ti,
la pregunta insistente sobre mi,
tal la ternura.

Sentarnos frente a frente, lado a lado ,
el espacio que frecuentamos hecho migajas,
el tiempo, como margarita, desgranado,
las pasiones recoletas, tranquilas ya,
tu presencia, ah, tu presencia,
tu ausencia que termina para siempre,
un regalo hecho de intimidad y descarga,
como tal la ternura.

lunes, 2 de junio de 2008

Semana del 2 al 7 de Junio

Lunes 2 de Junio
Queridos hermanos y hermanas:
Me asomo a este capítulo 12 de Marcos, con un cierto temor. Parece que nadie de los que están cerca de Jesús se entera de nada. Tampoco los que, según su tiempo, eran “especialistas” en comprender los designios y los mensajes de Dios.
Esta parábola tiene, para los que le escuchaban entonces, un clarísimo significado: los judíos esperaban al Mesías, pero no lo reconocieron en Jesús. Más aún, lo van a rechazar. Y, de entre todos los judíos, especialmente los dirigentes.
Serio, muy serio es esto. Porque nos pasa que muchas veces escuchamos perfectamente, en el interior de nuestra conciencia, la voz de Dios y nos negamos a reconocerla. Dios ha hablado en la palabra de su Hijo y, sin embargo nosotros rechazamos el mensaje claro que se nos invita a aceptar. El reconocimiento de su persona como Señor de nuestras vidas se distrae con otras distorsiones, que nos impiden verlo con claridad.
En todas las religiones existe la tentación de encerrar el contenido de Dios en un libro, en una caja de oro, en una jaula. Máxime por los que se llaman dirigentes, especialistas, catequistas, maestros, pastores, u otros múltiples títulos. Pues mucho cuidadito, porque podemos ignorarlo de tan clarito como se nos puede poner a nuestro lado. Y, en no pocas ocasiones, es el pueblo el que reconoce al profeta.
De todo el edificio que es la Iglesia, Jesús es la piedra que ensambla y sostiene al edificio. Nada hay más esencial. Por eso es importante saber reconocerlo, escucharlo en la historia, en los otros y en su Palabra. No nos vaya a pasar como a los dirigentes, que no se enteraron de nada.
Que le Señor de la vida nos de discernimiento y claridad para saber reconocerlo.

Martes 3 de Junio
Queridos hermanos y hermanas:
¿Qué significa exactamente eso del César y de Dios? Hay algunas personas que tienden a pensar que es una aclaración sobre los dos reinos: el celestial y el terreno. Un poco como si las cosas de la Iglesia tuvieran que estar encerradas en la sacristía, y las otras funcionaran de otra forma porque son “las de la calle”. Es una equivocación. Creo que Jesús no quería decir eso. Y me explico.
Toda esta controversia se inscribe, según Marcos, en el enfrentamiento de Jesús con los poderes de su tiempo. Ahora es con herodianos y fariseos –enemigos mortales-, pero que se unen para tender una trampa a Jesús. ¿Se deben cumplir las leyes de impuestos? Jesús no evade la pregunta, como pudiera parecer, diciendo que las cosas del plano espiritual van por otros derroteros.
Hoy hay una tendencia a encerrarnos en los templos para que no seamos molestos, queriendo que vivamos una espiritualidad descarnada y despreocupada de lo que le pasa a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Y esto es para que se vayan instaurando otros valores, y algunos de ellos podrían ser antievangélicos o antihumanos. Benedicto XVI dice en su libro “Jesús de Nazaret”: “si el imperio (léase mundo) se considera a sí mismo divino…,entonces el cristiano debe obedecer a Dios antes que a los hombres”. Nada de lo humano nos es ajeno, por eso la invitación de Jesús nos invita a ir mucho más allá y llegar a divinizar las cosas haciéndolas parecerse a lo que Dios quiere, esto es, más justas, más fraternas, más igualitarias. Si no cumplen esa función, hay que procurar cambiar el orden de las cosas.

PD. Os invito a echarle un vistazo al libro del Papa Benedicto XVI, Jesús de Nazaret , es interesante, fácil de leer y aporta elementos interesantes sobre Jesús.



Miércoles 4 de Junio
Queridos hermanitos y hermanitas:
Os transcribo un texto de B. Pascal, de sus Pensamientos, el número VII:
“El Dios de los cristianos no consiste en un Dios simplemente autor de verdades geométricas y del orden de los elementos…Para el Dios de Abrahán y de Jacob, el Dios de los cristianos es un Dios de amor y de consolación; es un Dios que llena el alma y el corazón que posee; es un Dios que hace sentir la propia miseria y la misericordia infinita, que se une al fondo de las almas; que llena de humildad, de gozo, de confianza, de amor; que los hace incapaces de otro fin que no sea Él mismo.”
Dice Jesús que el Dios en el que creemos es un Dios de vivos. ¡Que gran verdad! No seguimos a un muñeco fabricado por manos humanas, o por el miedo, sino a quien es capaz de hacer brotar la vida desde la nada; no seguimos a un Dios vengativo o cruel, sino a quien se acerca con una enorme misericordia al hondón del alma humana; no seguimos a quien nos esclaviza, sino a quien nos libera de las ataduras más profundas del hombre: nuestro egoísmo, nuestro pecado, nuestra eterna insatisfacción; no seguimos a quien nos conduce a la nada y al sinsentido, sino a quien nos eleva a lo más alto de nuestra dignidad.
Nuestra vida tiene una referencia clara: estamos llamados a vivir en Él. La resurrección de Jesús abre una puerta a esa realidad por la que suspiramos. Estamos habitados por la inmortalidad.
«Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti” rezaba San Agustín. También nosotros, también nosotros. Porque en el fondo nada hay más importante, o más capital que esto. No se trata de una espiritualidad que nos evada de la realidad, sino que nos mete en el corazón de las cosas porque reposicionamos todo desde una clara identidad.

Jueves 5 de Junio
Querido hermanos y hermanas:
Me vais a permitir que hoy utilice la primera lectura para aportaros mi comentario. Es tan bella, tan llena de vitalidad y mensaje que no me puedo resistir. La Palabra de Dios no está encadenada, dice. En un mundo en el que nada de lo que se diga tiene necesariamente relevancia, quizás sólo el insulto, o la maledicencia (insulta, que algo queda); en unos medios de comunicación donde la mentira campa por sus respetos; en una realidad en la que orear las miserias de los otros sirve para ganar dinero, parece que la Palabra de Dios se pueda sumar, sin más, al baratillo de la miseria humana. Peor no es así.
La propuesta de Pablo es hacer memoria. Y hacerla de Jesús, la Palabra crucificada por ser veraz. Jesús es el modelo de la honestidad y de las consecuencias de permanecer fieles. La Palabra no está encadenada, sino que expone públicamente, y con humildad, lo que debe ser. Y siempre permanece fiel, no falla, no engaña, no hace mal.
Debe decirse esto hacia fuera de la Iglesia, y también hacia adentro. Debemos ser veraces y firmes, pero dulces y propositivos; debemos buscar la verdad y permanecer fieles a ella, pero no buscar la condena, sino la liberación y la salvación de los otros.
Si morimos con Él, viviremos con Él. Es una bella promesa a la que me agarro sabiendo que no hay error en ella. Saber que nuestra vida es ya para siempre, nos da ligereza de espíritu para deambular por esta. Y también una enorme alegría porque contamos con la simpatía de un Dios siempre dispuesto al bien del hombre.
Aprender a vivir instalados en el presente, pero con vocación de eternidad, nos permite ser aún más felices, más ciertos, más enteros.
Y, por si fuera poco, el amor: la tela sobre la que estamos cosidos. Sostenidos en el amor para los otros, entramados en el amor con los otros, ensimismados en el amor hacia el Otro.
Os ofrezco, a continuación, un poema de Pedro Casaldáliga. Lo titula “Acuérdate de Jesucristo”. Y os lo recomiendo vivamente para la oración.

“Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos... (Me acuerdo muy bien de El. A todas horas. Me acuerdo de El, buscándolo; sintiéndome buscado por sus ojos gloriosamente humanos). "En él, nuestras penas..." (La soledad innata, donde crezco como un tallo de menta. El complejo indecible que me envuelve las raíces del alma más profundas, abiertas sólo a Dios, como al océano...La durísima cruz de esta esperanza donde cuelgo seguro y desgarrado. La infinita ternura que me abrasa como un viejo rescoldo de montañas nativas. La impaciencia sin citas y sin puertos... "En El, nuestra Paz..." (La Paz pedida siempre. La Paz nunca lograda. La extraña Paz divina que me lleva como un barco crujiente y jubiloso. La Paz que doy, sangrándome de ella, como una densa leche). «¡En El, la Esperanza, y en El la Salvación!" (...Y entretanto celebro su Memoria, a noche abierta, cada día...).


Viernes 6 de Junio
Queridos hermanos y hermanas:
Un controvertido Jesús viene apareciendo en todas las lecturas de esta semana. Aquí aparece interpretando un texto del Antiguo Testamento. Este texto es claramente mesiánico, y se lo viene a atribuir a Él mismo. En muchas ocasiones me he preguntado qué significa realmente decir Jesús-Cristo, (o Jesús Mesías, o Jesús Ungido, o Jesús Rey, que todo es lo mismo) para mí, y para aquel que lo pronuncia.
Afirmar la soberanía de Jesús sobre mi vida es poner un eje desde el que me oriento, vivo, trabajo, amo, sueño, o me esfuerzo, y que debe ser sustantivamente distinto al hecho de que no lo tuviera. Admitir que el Señor es mi Señor, revolvería toda la estructura de mi personalidad y no la dejaría indemne. Como le pasó a la Magdalena, a Pablo, a los hermanos Zebedeo, o al mismísimo Judas. No nos deja indiferentes, o no debe.
El cristianismo, como afirmación del seguimiento de Jesús, no puede vivirse mimetizado con el ambiente, confundido con los que no viven según la misma estructura que los que seguimos a Jesús. Nos hace distintos porque sabemos leer entre renglones el plan de Dios sobre la realidad, y sobre nosotros. Nos hace distintos porque nuestra intención es seguir al Maestro y hacernos como Él. Creo que eso significa llamarlo Mesías.
Afirmar esto hoy, y siempre, no resulta fácil. Ni de palabra, ni con los hechos que atestigüen la palabra. Vamos, que resultamos incómodos. Cuando el bien quiere proponerse, el mal quiere imponerse. El Mesías salvó la distancia que media entre el triunfo del bien y la fuerza del mal, y ganó. Con Él, nosotros ganaremos. No hay miedo, no hay temor.
Pidámosle a Jesús esa fortaleza.

Sábado 7 de Junio
Queridos hermanitos y hermanitas:
Aparecen dos pasajes, unidos, en el evangelio. Ambos con una clara intención. Ambos creando un ambiente de tensión y de diferenciación con el judaísmo.
1. Los escribas eran los teólogos oficiales. Gente bien dispuesta y con una respetabilidad hecha a fuerza de estudio, preparación y por la consagración a la interpretación de la Escritura. El pueblo reconocía en ellos a personas que, a fuerza de estudiar las Palabras divinas, debían estar mucho más cerca de Dios que el resto de los mortales.
2. El ser viuda en Israel era una especie de maldición. La mujer no solía valer mucho, más cuando no tenía un varón que la protegiera. Era la imagen de la dependencia y la marginalidad.
A unos, los escribas, los juzga severamente. A otra, la viuda, la mira con ternura.
¿Por qué? Quiero creer que en la mente y el corazón de Jesús estaba claro que el ser varón, o estudioso, o rico, o sano, nos significaba nada. Más bien al contrario, podía ocultar una intención malévola o un corazón mezquino.
Dios no juzga por la apariencia, mira en lo profundo de cada uno de nosotros y es capaz de saber, en realidad, qué es o que nos mueve.
Bien claro pueden resonar en nosotros estos ejemplos hoy. Personas que disfrazan sus miserias con trajes de marca, gentes que aparentan una santidad plagada de injusticias, golpes de pecho que ocultan golpes en la cara. Jesús lo decía para las personas religiosas de su tiempo. Nosotros, que podemos llamarnos hombres y mujeres de fe, debemos aplicarnos escrupulosamente lo que se nos dice, no vaya a ser que, como siempre, la Biblia sea un libro con el que golpear las insuficiencias de los otros, y nunca las nuestras.
Por otro lado, creo que Jesús alaba la disposición a dar lo que nos falta, y no lo que nos sobra. Muchas veces damos algo de tiempo, algo de dinero, algo de nuestros dones a los otros, pero nos guardamos lo mejor. Sin embargo, como la viuda, hay muchos que ofrecen lo mejor de sí mismos para que el bien sea una realidad que se extiende. Esos son los imprescindibles. A estos debemos parecernos.
Y, ojo, que la lección la da Jesús poniendo a la mujer como la mejor. La bondad puede venir de donde menos lo esperamos, incluso de los que, según nuestro criterio, jamás nos pueden enseñar nada.