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miércoles, 25 de abril de 2018

Mío es el beso robado
y la playa en la tarde
el recuerdo de tu sombra
y el arder del sol de mayo

mías son las memorias
y el olvido
las latillas, las carreras
y tu huida

mía y para siempre
la desesperación
la soledad
y esa irrefrenable compañía

los abrazos que di
y los que olvidé
aquella tarde sobre el coche
y la luz que sobresale

míos son el desconcierto
tus palabras y sus daños
las lágrimas vertidas
y las que acaricié

mía mi forma de verte
y la que te produce
el primer aliento
y el último espasmo

me pertenece la vida
y la muerte que le sigue
el umbral que pisaré
y la conciencia que soy

mío soy cuando no lo soy
cuando vierto
concentrado o disperso
cuando te sé

en soledad, enmarañado,
ensimismado, difuso
nostálgico y soñador
apegado a mis recuerdos

míos son el otoño
y los colores que pierde
la primera lluvia
con olor a tierra y moho

mías la sal de las mareas
ese húmedo frío sin levante
tus pisadas
sin las mías

Y porque me veo
y reconozco el hueco
que me habita
para poder serme
déjame salir de mi.

Pedro Barranco © 2018

viernes, 13 de abril de 2018

Elogio de la paternidad




            Por muy diferentes razones, me estoy parando a pensar en esta dimensión tan importante del ser humano que es la familia, y la paternidad dentro de ella.

            Si uno ha sido engendrado por dos personas que expresan su intimidad de amor en la relación sexual, no puede más que estar agradecido de por vida. Porque esta ha sucedido, lisa y llanamente, en ese acto de amor y donación. El ser aparece para siempre como regalo y como entrega. Soy como expresión, como fruto, como intimidad expansiva que va más allá de dos seres. Es un puro acto creador. No bastaría una vida, ni varias, para poder decir a los que me engendraron que mi identidad, mi mismidad, la conciencia que tengo de mi y todas mis potencialidades y defectos, mi realidad última y lo que la contiene han sido producto y, por tanto, agradecerles que soy.

            La paternidad (y la maternidad), esa expresión de cuidado y sostén, no se paran ahí donde empezó todo. Si es fruto de un amor abierto, recorre –ya para siempre- la cotidianidad de  los días, hasta el atardecer definitivo. Ser padre no es un acto biológico. Sería solo acción reproductiva si pretendiera únicamente la perpetuación de la especie, o del apellido. La pura biología, sola, no habla de nosotros. Estamos constituidos desde un nudo de relaciones y afectos, cuidados y ternura, descuidos y errores, descubrimiento de libertades y de interrelacionalidad, autonomías  e interdependencias. La familia es justamente el humus vital que me proyecta para poder ser quien soy y seré. Es un acto creador constante, muy intrusivo en los comienzos, pero que se va abriendo a la admiración de la originalidad del que crece como hijo.

            Y digo que recorre toda la existencia, y para siempre. Porque al acto de engendrar, y al nacimiento, hay que añadirle todo lo que va a venir después. En la aceptación de esa vida distinta de la mía, que no es un nosotros sino que va mucho más allá, empieza el gran reto de escribir un libro sobre educación que no estaba hecho hasta entonces.
            Y es reto porque va a exigir de ti que te des. Cuando tengas ganas y cuando no; cuando sea grato y cuando no; cuando tenga recompensa o no; agradecimiento o no; comprensión o no. Ser padre es salir de sí. Sostener. Buscar los recursos para poder dar las herramientas necesarias al ser que crece en el seno de la familia y que, necesariamente roba las libertades y el tiempo, para poder abismarse en la maravilla que es que el hijo o la hija, y que se vayan haciendo. Un edificio, una construcción que no deja de sorprendernos y asombrarnos, y que despliega delante de nosotros el milagro de la originalidad. Las primeras palabras, los primeros pasos, las primeras sonrisas, la pronunciación del vocablo mágico –papá- hará que el universo gire de forma distinta. Los tiempos se viven de otra manera, la intensidad de los mismos varía en función de la criatura. Ya no hay parada, es un vértigo de responsabilidad y descubrimiento que exige de nosotros toda la capacidad de verternos. Si quiere ser paternidad. Hay otros sucedáneos, pero no son el objeto de mi reflexión ahora.
            La gran lucha no viene en los principios, sucede cuando el niño despunta en libertades y autonomías, cuando el descubrimiento del mundo se vuelve hacia adentro. La adolescencia, esa pugna por la soberanía, por dictarse las normas, por la competencia y la necesidad de decirme como yo distinto del mundo, sobre todo del familiar, pone a prueba todos los recursos…y toda la paciencia. Hay una posibilidad de dialogo de mucha más altura, no de igual a igual todavía, pero sí como un reto de opiniones, ideas y contrastes que va abriendo otras conexiones neuronales en el cerebro del adolescente, y que le va a preparar para el trasiego de la vida adulta. El mundo de los afectos, el descubrimiento de la propia sexualidad, de la amistad, de las responsabilidades, la curiosidad por probar otras experiencias…hará de la familia, en muchas ocasiones, un campo de batalla, una desazón y una apuesta por el sentido común que hay que sostener sobre los cimientos de un amor que se practica, de una compañía que se rechaza y se añora, de la congoja que producen sus sentidas tristezas y soledades. Un amor sostenido por la fuerza de la voluntad que quiere querer. Los padres parecemos entonces despistados aprendices de un mapa irreconocible y, aún así, debemos ser el norte seguro. Son muchas las inclemencias que nos zamarrean entonces y que, ponen en peligro el equilibrio interno de uno mismo y de su pareja. Contribuir a la construcción de un ser que prueba con metralla de calibre, siendo la sombra de un árbol que protege a quien dispara. Ahí, ser padre es lo mejor que podemos ofrecer. No ser amigo o colega, que lo confundiría en un mundo donde cualquier relación es similar –y no lo es-, o cualquier opinión ética tiene el mismo peso –y no lo tiene.
En este entramado del crecimiento las sectas hacen su agosto. Dividen y separan de los seres que los cuidan para prometerles una libertad de mentirijilla que ocultan sus métodos sibilinos. La destrucción de las relaciones con la familia de referencia, poner el acento en sus defectos para evitar mantener una correlación de amor sincero, recalcar los puntos negros y el engrandecimiento de la independencia fuera de su contacto, o alejándolo de el, hace de la persona un ser vulnerable y al pairo de los caprichos de otros. Quien rompe las raíces, quien planta ruptura en el seno de referencia es mal consejero. Busca beneficios a costa del ser del otro.
                 La paternidad debe buscar vericuetos, trucos, atajos para llegar. Y debe buscar, en el centro mismo del amor que cuida, las razones que hagan posible la continuidad del mismo.
           
Debemos prepararnos siempre para la ida. Empezó en el nacimiento. Será más evidente cuando quieran volar estrenando errores y aciertos. Conciliar autonomía e interdependencia es un acto de equilibrismo. Hoy, quizás, hemos empoderado con demasiada vehemencia una libertad ausente de lazos y responsabilidades. Nuestros hijos también lo son de su tiempo. Les va a costar distinguir. Como decía el filosofo Maritain, debemos saber distinguir para unir. En demasiadas ocasiones esta redefinición de cómo ser en el mundo, hace que la huida de las relaciones paterno-filiales vaya pareja al enfriamiento de las mismas. Retomarlas será otra opción de amor. Esperar, contra los mismos datos que nos hacen dudar de nuestro frágil esfuerzo en no equivocarnos, tensionan todas las fibras del alma. Tiembla bajo nuestro suelo la certidumbre de haber acertado, y caemos en la cuenta de cuántas no. Y sin embargo, ante el posible desafecto, ante un vuelo muy rompedor o distante, debemos permanecer. Creer que podemos rehacer una sociedad equivocada por la intemperancia de una libertad que se opone a la interrelación en nuestros hijos, es un reto. No son lo mejor de nosotros, son ellos. Y son, en parte, fruto de nuestra opción por ellos, aunque no acostumbren a mirar en nuestra dirección, o sequen las fuentes del cariño por descuido.

Por eso, creo que permanecer, estar siempre, sostener, son el mejor tributo que podemos ofrecer. Puede que, entre otras cosas, eso sea ser padres.

Pedro Barranco©2018

martes, 3 de abril de 2018

Pregón Pascual 2018






¡Qué calle ya el silencio,
que brote de su entraña
una canción, un verso, una palabra!
¡Que se haga luz en la garganta,
que todos los seres entonen a una
la grandeza del trono de pan,
la maravilla del Reino de los pobres,
la Humanidad nueva, recubierta y distinta!

Dios, Padre bueno, con nombre de cercanía y abrazos de acogida,
miraste la creación, apenas descendía el silencio sobre la nada,
miraste y amaste un orden creado para la plenitud,
soñaste un universo y sus leyes armónicas, dadas, explosivas
hechas para crecer y expandirse.

Y en este orbe, aún frío de Ti, soñaste el mundo,
miraste más allá de las cosas sin ánima,
y pensaste en compañías, en recrearte Tú,
te miraste a ti mismo como un amante fiel
y deseaste el gozo que no cesa en los otros, para los otros.
Un amor incandescente y luminoso que
Se volvió germen del hombre, de la Humanidad. Y se hizo ella.

El hombre, esa maravilla cosida en libertad
Y para el amor.
Sin embargo, tan frágil. Como ese Adán que se miraba
y veía solo el ansia que le llamaba a ser solo el, y el solo.
O el pueblo de Israel, cegado por el afán de dominar hasta al mismísimo Dios.

Y tu nos miraste y nos amaste. Para siempre.
Por eso bastó tu fuerza liberadora para deshacer
los mares de dificultades, la fuerza del pecado,
las negaciones de Pedro y las huidas de lo tuyos.
Persististe en ver más allá de nuestro barro:
ese querer ser diosesillos que fuerzan a los otros para ponerlos a nuestro servicio.

¡Te diste todo a nosotros, y te devolvimos torturada y muerta tu esperanza!
Pero se posó tu mirada en nuestra herida,
y en el hueco de piedra que albergó a Jesús
y tus lágrimas florecieron la vida donde hubo muerte.
¡Feliz pérdida por la que te encontramos!
¡Jesús ha resucitado!
Y esa es la mirada de Dios que quema al mundo y lo hace nuevo.
Es la apuesta, la novedad, la vida para siempre.

La noche no hizo más que ser parto,
La luz desgranó el haz de vida,
Rompió la roca, mató la muerte.

Y ahora, en este nosotros que nos haces,
Iglesia, comunidad reunida y redimida nos pides
que miremos y rehagamos, abracemos y curemos,
construyamos otro orden, uno nuevo,
a tu manera,
a tu mirada.

Que la noche nos coja en vela,
que el alba nos sorprenda en amor,
que tu venida nos sobrecoja en la brega,
que tu Espíritu no lleve en volandas,
que se apaguen las fronteras,
que nos encontremos hermanos,
liberados al fin, puestos en pie sobre nuestras convicciones,
en afán de justicia, con la libertad de la paz.

Amén.