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viernes, 27 de julio de 2007

tiempo libre

Hace algunos días tuvimos la suerte de tener en casa a unos muchachos y muchachas que estaban acampados cerca de nosotros. Eran unos cuarenta. Animaba y organizaba aquel encuentro un cura de la Parroquia de Olivares, de Sevilla.
Habían preferido dedicarse un ratillo de todo el verano a encontrarse con su identidad más profunda. Y, cómo no, habían encontrado animadores que hacían aquello de forma absolutamente gratuita.
Hay cientos de actividades que se realizan a la sombra de la gratuidad y la buena voluntad. Un ejercito organizado de voluntarios que no piden nada por dar mucho. Personas que, desde el encuentro con Jesús, han decidido ponerse en disposición de servir a los demás. En un mundo que fortalece el egoísmo más cruel hay oasis de fraternidad, si nos atrevemos a mirar, claro. Y, quiero decirlo claro y alto: las más de las veces quienes están detrás de eso son cristianos comprometidos. Jóvenes y adultos que no miran con criterios mercantilistas su tiempo y su esfuerzo se dedican a preparar, organizar y llevar a buen término, actividades, campamentos, encuentros, charlas, dinámicas, excursiones, talleres, visitas, etc. con el noble fin de hacer que este mundo se parezca más a lo que Dios quiere de el: un mundo fraterno.
Naturalmente que eso no sale en la prensa. Las buena noticias no venden, no tienen la mordida del morbo. Pero es imprescindible que se sepa. Ya dije hace tiempo que si todos aquellos que hacen el bien se pusieran en huelga de manos caídas, el mundo se pararía. Porque lo que realmente lo hace funcionar no es el movimiento de la materia, sino el del espíritu. Y ese movimiento se mide cuando se hace el bien.

viernes, 20 de julio de 2007

Las Batuecas

Hay muchas cosas que se pueden hacer en las vacaciones. Pasear, leer, convivir con la familia, descansar, jugar, ir de campamento...
Una de las más gratificantes es la oportunidad que se nos brinda de encontrarnos con nosotros mismos, en un ámbito distinto.
Ese año he tenido la enorme suerte de acercarme al silencio a través de un enclave espiritual y físico sin duda especial: las Batuecas.
Se encuentra en ese valle un lugar especial de la Iglesia como es el Desierto Carmelita de San José. Cuenta con una hospedería, sencilla. Pero sobre todo con la acogida de los frailes carmelitas y, en especial la del prior: Ramón.
Allí, en el silencio que se puede hacer en el interior, y en el camino que podemos andar entre una naturaleza bella y salvaje, he encontrado la posibilidad de abrirme paso hacia las honduras de mi mismidad. Y, allí, reencontrarme con mi Dios y mi Señor.

Sin dudar en ningún momento he de decir que las Vacaciones son, necesariamente, el momento para desconectar del tráfico diario. Pero también el momento privilegiado para poder acercarse a los campos desconocidos de nuestro interior. Parajes sin explorar más bellos y más salvajes, más estéticos o más elaborados que los que nos podamos encontrar fuera. Y, si somos capaces de adentrarnos en la soledad y el silencio, podremos asombrarnos de la grandeza que albergamos.