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martes, 1 de febrero de 2011

Una sociedad de iguales

Estoy empezando a hastiarme del discurso mentiroso que hacen determinados sectores de la sociedad y la política.
Vivimos en un país cuya Constitución dice que no se puede discriminar a nadie por razón de su pensamiento, raza o religión. En un Estado que ha aprobado unas leyes, las cuales rigen las relaciones con diversas instituciones religiosas, o de otra índole social o ciudadana. Con un Gobierno que ha organizado su sistema educativo dejando clara cuál es la situación de la asignatura de religión en diversas leyes, y que prometió un trato igualitario del profesorado, incorporándolo al Estatuto General de los Trabajadores para asegurar su situación laboral.

Pero todo esto se choca de frente con la situación de desamparo, desprotección y discriminación del profesorado de la asignatura de Religión, o de la presencia de la misma asignatura en el sistema educativo. Cuando no de las acciones claramente ofensivas para el colectivo de profesionales que dedican tiempo, esfuerzo y profesionalidad a la transmisión de conocimientos y valores a los hombres y mujeres del mañana. Y, francamente, no me extraña. Quieren eliminar toda presencia de lo transcendente cristiano del ámbito de educación, con la ilusión de que desaparecerá así de la sociedad. Nada nuevo.

Muchas naciones tienen esto resuelto sin conflictos, con respeto y tolerancia. La presencia de la asignatura de religión pasa de ser obligatoria, con posibilidad de exención en algunos países de mucha tradición democrática (por ejemplo Inglaterra o Grecia, Noruega, Dinamarca, Luxemburgo, Suecia, Austria); a estar presente en Universidades Públicas como materia digna de estudio y atención ( es el caso de Alemania) y, por tanto, inscrita sin problemas como una asignatura más en los procesos educativos; a ser optativa y evaluable en otros (Italia, Bélgica, Holanda, etc.) Sólo en Francia hay una conflictividad manifiesta por su concepto laicista del Estado, que parece estar cediendo en los últimos tiempos, fruto de la reflexión de los teóricos de la educación, y por eso no está en el currículum escolar

Miro el paisaje español, desde dentro de una profesión que llevo más de 20 años ejerciendo, y percibo una animadversión creciente, una inquina, un odio visceral y arcaico, que me asusta por las consecuencias que puede traer. No respondo a agresiones, verbales o físicas, y que vienen en función de la materia que imparto. Y puedo decir que han sido algunas. No solo yo, también muchos compañeros son objeto de burla, chanzas, y otros despropósitos parecidos. Gracias a Dios, también encontramos, y muchos -sean creyentes o no, compañeros que se solidarizan con nuestra situación, que nos respetan y, desde el acuerdo o el desacuerdo de nuestra presencia en las escuelas e institutos, nos tratan como a iguales y no se permiten ninguna actitud discriminatoria. De la misma forma debo decir que muchas directivas de los Centros opinan que la nuestra es una discriminación clarísima y tratan de hacernos menos difícil nuestra precaria situación laboral.

No me asusta la labor docente, ni el encuentro o desencuentro de posturas ideológicas. Estar en un centro educativo, cuya labor es la formación intelectual, no debe arredrarnos cuando nos encontramos con personas que sostienen otras ideas, valores y actitudes. En eso está la riqueza. Encontrarse, respetarse, argüir, dialogar, y exponer con seriedad intelectual. Eso tampoco lleva necesariamente a que, al final, todos pensemos lo mismo. Pero cuando las posturas son viscerales, de ataque sesgado y mal encarado, cuando es manipulador y torticero, cuando se va contra las personas en razón de lo que creen o piensan, cuando se ridiculizan en público creencias o ideas, pienso que estamos rebasando un límite que, a buen seguro, se volverá contra nosotros. Y, parte, el sistema educativo ideado, y liderado actualmente, puede tener parte de culpa.

Esto no es fruto de un calentón. Pero reconozco que las noticias que leo en la prensa, las que me llegan de cómo andan mis compañeros, las interpretaciones y actuaciones, aviesas, de algunas administraciones educativas, y un largo etcétera, me motivan a poner por escrito algo de lo que pienso. Hay muchas razones que se podrían argüir, muchos elementos que hace falta reformar o denunciar, expongo algunas de ellas.

- El Estado nos contrató de forma indefinida con la intención, según el Gobierno, de meternos en el Estatuto General de los Trabajadores. Objetivamente, eso es algo bueno, pero…no dejan que tengamos convenio colectivo propio, con lo cual no podemos defender nuestros derechos. Como no somos ni funcionarios ni personal administrativo, estamos al albur de la administración. Ellos, nuestros patronos, hacen y deshacen, vendiendo las soluciones como buenas, sin ampararse en criterios de méritos, titulación o antigüedad. Discrecionalmente, que se llama.
- A los efectos administrativos somos iguales a los demás compañeros, en teoría. Pero si estamos contratados en varios institutos, no se tiene en cuenta para nada esa circunstancia ni en el transporte(en el contrato que firmamos no dice que tengamos que disponer de coche privado o que nos lo pongan ellos para desplazarnos de un centro a otro), ni en el horario. Y, a veces, los directores te reciben con cajas destempladas por lo que significa de complicación para la elaboración de los horarios (cosa que por otro lado es verdad…), máxime cuando los profesores debemos aguardar a que no “ajusten” los contratos hasta mediados de septiembre.
- Padecemos cursos unificados con la ratio (número de alumnos por aula) rozando la legalidad, dando clases de forma inadecuada (con escasez de espacio, bancas, etc). Y si se pasan, hay inspectores, o directivos, que invitan a los alumnos a que se vayan a la alternativa.
- No podemos ser tutores, o Jefes de Departamento, tampoco pertenecer a la Dirección del Centro, como el resto de los compañeros.
- Las asignaturas alternativas no se cumplen. En ocasiones se dan clases de otras asignaturas durante esa hora, cosa legalmente prohibida.
- Nuestra nota no computa para media de Selectividad, pero hay otras asignaturas que no tienen un currículum definido, una llamada Proyecto Integrado por ejemplo, que sí. Esto es un agravio comparativo, cuando en los Acuerdos vigentes y legalmente constituidos, con la Santa Sede, dicen que debe estar la Asignatura al nivel de las otras. Un tratado internacional que se incumple impunemente sin que nadie ponga remedio. Si nuestros dignatarios no cumplen las leyes…¿qué Estado puede regirse en igualdad con sus ciudadanos?

Todo esto es una batería de acciones orientada a hacer pasar al profesional de la asignatura de religión por una situación de angustia tal, que termine abandonando. No han querido eliminar la asignatura del currículum, o no han podido, por eso van contra el profesional. Saben que la fuerza que justifica la presencia de tal asignatura es la petición de los padres, por eso ponen muchas trabas, y así hacer bajar el número de alumnos que la escogen, en función de la cantidad de dificultades y agravantes que acompañan a su matriculación.

No es un análisis pormenorizado lo que he hecho, ni quiere serlo. Pero me da la sensación de que los profesores de religión, los padres, los cristianos en general, los que desean una formación integral de sus hijos, los que estén de acuerdo con su presencia, deberíamos ponernos las pilas y ver desde dónde defender esta realidad educativa. Puede que un gran pacto político sea la solución, aunque no creo que dependa solo de eso; puede que los Sindicatos deban tomar parte en el asunto para defender a trabajadores con los mismos derechos que todos, aunque los grandes tienen en su ideario la idea de sacar la asignatura del marco de la educación; puede que lo que tengamos que hacer es desbaratar, de una vez por todas, ese imaginario histórico que nos coloca en un bando y nos hace malos y perversos…puede que sea cuestión de paciencia, buen tino y mucha información. Y mucha buena voluntad por parte de todos. Al fin y al cabo hablamos de educación.