Ya se nos acaba el Curso escolar, por lo menos el estar en las aulas.
Lo auténticamente significativo de nuestra profesión sucede allí.
No hay sólo y exclusivamente una transmisión de saberes, aséptica y fría. Nunca ha sido así. Los Profesores, y los maestros, nos han transmitido siempre mucho más. Había, hay, vida detrás de cada ser humano que se pone al frente de niños y jóvenes para transmitir. Y el poder del enseñante es ese: transmitir.
Nuestra profesión es apasionante. No trabajamos con máquinas o papeles, con ordenadores o tornillos, con números o kilos. Son personas que se asoman a la vida con la pasión de estrenar y soñar. Por eso nuestra profesión es agotadora. Intelectualmente, claro. Los sujetos que se sientan en el aula tienen, cada año, la misma edad, tú no. El enseñante envejece y, sin embargo, debe permanecer con la misma ilusión y creer que lo que hace sirve para algo. En nuestra sociedad el papel del Profesor es fundamental: ejerce de formador de las inteligencias y las conciencias. Es delicado y, por tanto, se necesita una vocación, una llamada.
Desde mi punto de vista, hacen falta en la Escuela Pública, cristianos que den razón de su esperanza, que se manifiesten con libertad y sean capaces de transmitir, más allá de los conocimientos, el estilo de vida de Jesús de Nazaret.
Bueno, hacen falta en todos los lugares. Digo, desde hace tiempo, que hay que tomar hasta las paradas de autobús. Estar presentes en lo cotidiano de nuestra existencia sin perder nuestra identidad, es más, proclamándola sin ambages.
Lo auténticamente significativo de nuestra profesión sucede allí.
No hay sólo y exclusivamente una transmisión de saberes, aséptica y fría. Nunca ha sido así. Los Profesores, y los maestros, nos han transmitido siempre mucho más. Había, hay, vida detrás de cada ser humano que se pone al frente de niños y jóvenes para transmitir. Y el poder del enseñante es ese: transmitir.
Nuestra profesión es apasionante. No trabajamos con máquinas o papeles, con ordenadores o tornillos, con números o kilos. Son personas que se asoman a la vida con la pasión de estrenar y soñar. Por eso nuestra profesión es agotadora. Intelectualmente, claro. Los sujetos que se sientan en el aula tienen, cada año, la misma edad, tú no. El enseñante envejece y, sin embargo, debe permanecer con la misma ilusión y creer que lo que hace sirve para algo. En nuestra sociedad el papel del Profesor es fundamental: ejerce de formador de las inteligencias y las conciencias. Es delicado y, por tanto, se necesita una vocación, una llamada.
Desde mi punto de vista, hacen falta en la Escuela Pública, cristianos que den razón de su esperanza, que se manifiesten con libertad y sean capaces de transmitir, más allá de los conocimientos, el estilo de vida de Jesús de Nazaret.
Bueno, hacen falta en todos los lugares. Digo, desde hace tiempo, que hay que tomar hasta las paradas de autobús. Estar presentes en lo cotidiano de nuestra existencia sin perder nuestra identidad, es más, proclamándola sin ambages.
2 comentarios:
sin duda sabes de lo que hablas. el hecho de poseer un título no te otorga el nombre de profesor. de nada sirve tener muchos conocimientos, si no sabes transmitirselos a los que se sientan frente a ti. he tenido la suerte de conocerte mientras escribias en la pizarra y yo anotaba lo que decias, he tenido la suerte de sentirme obligada a reflexionar sobre lo que pregonabas, he tenido la suerte de ser alumna tuya para poder comparar entre lo que es ser profesor, y lo que es llamarse profesor. creeme, tu no envejeces, porq tu legado sigue fresco en la mente de los que lo recibimos.
un beso profe
http://www.elpais.com/articulo/educacion/profesor/novato/pasa/curso/elpepusocedu/20070625elpepiedu_2/Tes
Hechadle un vistazo es una entrevista a un profesor de secundaria, para utópicos.
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