Saludar, disculparse por llegar tarde, llamar a la puerta antes de entrar, desear los buenos días, no estacionar en medio de la calle, tirar los papeles en la papelera(¡y los huesos de aceituna!), no gritar, no insultar, acudir al diálogo, respetar a las personas, no desafiar si algo hago mal, reconocer la bondad de los otros, saber apreciar el trabajo bien hecho, despedirse con educación, no dar portazos de genio, no toser encima de los otros, saber respetar las ideas diferentes, no desafiar a los que educan, respetar al profesor y a los compañeros, no arrojar todo al suelo para que lo recoja otro, ofrecerse a un favor, no pasar de largo ante la agresión física, sonreir, agradecer, acariciar, no utilizar palabras soeces, no blasfemar (por respeto al otro), no utilizar las instituciones para aplastar a los distintos, atender con amabilidad, pedir con respeto...
Quizás eso es lo que debamos llenar de contenido en educación, que después vendrá la ciudadanía.
1 comentario:
Para que las cosas tomen este cariz que tú propones, querido Pedro, sería necesario que, entre todos, entendíesemos que hay unas formas de hacer las cosas mejores que otras. Sin embargo, es casi imposible en nuestros días plantear que no todo vale igual, que no toda opinión es igual de valiosa, que hay cosas buenas y cosas malas. No hace falta ser filósofo para ver que el relativismo campa a sus anchas entre nosotros. Quizás el Papa no ande tan desencaminado como tantos dicen.
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