La verdad es que me acerqué a ese libro con el regusto del primero de Ken Follet, "Los pilares de la tierra". Y el fiasco fue, si cabe, aún peor.
El libro abunda en los tópicos de cualquier libro actual que tenga intención de ser un best seller. Pero se hace pesado y, además, ratifica aquel refrán que reza:"nunca segundas partes fueron buenas".
Pero lo que más me ha llamado la atención es la necesidad de aporrear a la Iglesia, al clero, y a todo aquel que se le acerque. No voy a destrozar el libro contando su contenido, pero sólo aparecen dos personajes dignos de mención que pertenezcan a la estructura eclesial y sean buenos por convicción. Ambos del mundo monacal, por cierto. Los demás se refocilgan en todos los pecados: lujuria, robo, ambición, mentira, poder, engaño, y un largo etc. Que no hay ni uno bueno, vaya. Y los peores, aquellos que tenían una función directiva: obispos, priores o prioras y demás.
En esa época parece que la Iglesia sólo hacía bien, medio bien, construir monumentos que pudieran legar al futuro. Pero no por una intención buena o saludable, claro.
Y para los días que corren hoy, parece que sólo cabría la posibilidad de que desapareciera. Es el único favor que algunos nos quieren permitir.
No sé por qué esta cruzada, un tanto burda todo hay que decirlo, que nos demoniza a todos los que seguimos a Jesús dentro de la Iglesia Católica. La división del mundo entre buenos y malos, los que sólo aciertan y los que siempre fallan, los que están del lado de los menesterosos y los que se embarran en el poder demoníaco, los que buscan la libertad y los que atan al yugo de la esclavitud religiosa, se me antoja demasiado simple, interesado y sospechoso. Nunca me ha gustado.
A nadie sorprende hoy pensar que la Iglesia se ha equivocado. O que se equivoca. O más aún, que se equivocará. En cuanto que es una realidad humana, yerra. Pero, con los Papas actuales entonando el mea culpa incluso, parece que nada baste a estos propagandistas que predican sólo el mal dentro de las filas de la Iglesia.
Hay que afirmar que no todos los eclesiásticos son malos, es más, la mayoría son personas honestas, como cualquiera otra persona, que intentan parecerse al modelo que imitan. Y sólo por amor. Hay que afirmar que la Iglesia ha hecho muchísimo bien a lo largo de la historia, y lo sigue haciendo hoy. Sin ningún rubor.
Pero estamos en un fuego propagandista, en un furor negativo, que pone a muchos libros entre los primeros puestos de la venta valiéndose del palo y tentetieso a la Iglesia. Sólo porque vende.
Bien, pues habrá que producir buena literatura para el día de hoy. Y aguantar el chaparrón estoicamente.
1 comentario:
Coincido contigo.
Publicar un comentario