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miércoles, 13 de enero de 2010

eppur si muove

No es que quiera yo hacer una apostilla a esta frase que sirvió de comentario a Don José Blanco en su blog. No tengo nada que comentar a este, porque los desafueros literarios son peores cuando pintan economías regresivas y en proceso de paros lacerantes.
Lo que quería era decir era otra cosa. A estas alturas podemos decir que hay muchas dudas de que fuera Galileo quien pronunciara, en el momento en que firmaba su retractación sobre el concepto heliocéntrico del sistema orbital, la famosa frase. Pudo hacerse después, quizás por eso los círculos cercanos al científico, airearon esa frase tan acertada.
Sin embargo tampoco era eso de lo que quería hablar.
Me quiero referir a que, efectivamente, la realidad es más terca que una política que imponga criterios, opiniones, discursos, ideas, asertos, obligaciones, declame ineptitudes, acorrale la fe o ningunee las convicciones de un gran grupo.
Porque la sociedad, por mucha ley que pretenda acorralar el pensamiento libre y la conciencia recta, sucumbe ante la terquedad de quien se alza sobre su propia realidad para afirmar aquello en lo que consiste su dignidad y realidad vital.
Bien es cierto que los movimientos orquestados por los poderosos, por los que dictaminan desde sus tronos de imponderable certeza úrnica, fuerzan el destino de los pueblos. También lo es que mucho dictador, con armas o con el poder de los medios de comunicación, dirige y educa. En eso consiste el juego social. Los fuertes, emulando las leyes de la naturaleza, quieren someter a los demás. Y digo los fuertes por decir algo, quiero pensar en los que tienen ese afán de dominio del que hablaba el maestro de la nada, Nietzsche, para describir al superhombre.
En fin, que somos lo que queremos ser, fuercen o no las leyes, y que las sociedades son lo que tienden a ser los que la componen. Y, en muchas ocasiones, lo son con la carga de sus sueños, de sus ideales, de todas aquellas cosas que les hacen superar la terca realidad en la que viven y a la que pretenden someterla.
Por eso sigue moviéndose. Impongan el pensamiento único o no, quieran que firmemos todos un pacto de noseadictos o no, nos roben los conocimientos y la sabiduría o no. Seguiremos moviéndonos los que pensamos que es mejor estar alertas ante todos los que pretenden que seamos lo que ellos quieren que seamos, osea, un calco, una réplica inane de sus vaciedades.

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