La noticias de actualidad con respecto al asunto de la religión dejan un reguero con un sabor agridulce. Nada conveniente a la Pascua, desde luego. Pero es que nuestra historia va por otro lado. Y es que hay quien no se entera. Es bien cierto que la Semana Santa, con la profusión de manifestaciones religiosas que se da en nuestro pueblo, despierta sentimientos de animadversión. Estan latentes durante el año, o más o menos evidentes, pero en este tiempo parece que se resalta más aún la religiosidad popular, que toma la calle y muestra, sin ningun pudor, aquello en lo que cree, y eso le sienta mal a algunos. Y no es que lo que se crea esté muy claro. Pero está ahí, pertenece al pueblo y lo expresa con toda libertad. Hay, en la Semana Santa andaluza, un componente de barroquismo estético; una solidaridad con el Sufriente, en este pueblo acostumbrado a sufrir; una fe en Dios; una necesidad de buscar más allá de lo que vivimos... que enriquece la vivencia espiritual del hombre de la calle.
Y todo esto, acrecienta la bilis de los que ven con desconfianza la fe. A mí no me preocupa. En la historia de la Iglesia no va a ser nueva la persecución, la desconfianza hacia los cristianos, los bulos, y un largo etc. Al contrario, eso nos puede decir si estamos acertando o no. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! nos advertía el Profeta y Maestro Jesús, el Resucitado a quien seguimos. No buscamos el enfrentamiento los cristianos de a pie, ni mucho menos, pero no nos vamos a acobardar, ni nos vamos a callar. No por soberbia, sino por convicción. Hemos de ser descaradamente cristianos y defender, desde nuestra vida y pensamiento, aquello que creemos es lo mejor. Creo que en una sociedad democrática nada nos lo impide. Pero tampoco soy un iluso. Que otros defiendan lo que quieran, también me parece bien.
Todo esto viene a cuento porque leo algunas informaciones que no dejan de llamarme la atención.
Por un lado el hecho de que los católicos hemos dejado de ser la religión más numerosa para ceder el paso al Islam. Y por otra el que las peticiones de apostasía se multiplicaron el año pasado. Dos noticias que no tiene que alarmarnos, pero que dejan un campo abierto a la reflexión.
Hay que ser valientes para poder vivir la fe en el resucitado con la alegría de quien nada impone, y con la convicción de quien propone. Nos falta un elemento importante de experiencia vital que sea luz, que sea operante y novedosa. Nos falta estar mucho más presente en todos los foros, si podemos, y hacer oír nuestra voz. Pero creo que faltan aún muchos más testigos. Gente que comunique la felicidad de saberse liberado. Nada fácil, por lo que pueda significar el ir contracorriente, pero encantadoramente retador. Un buen propósito para este tiempo.
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