Ya están tronando glorias, a espuertas, todos los tornos del cielo.
Ya la tierra, estremecida, salpica risas y tararea cancioncillas felices.
Ya las luminarias del cielo se han puesto sus brillos de gala, los astros adornan con colores su elemento y los ángeles hacen sonar la materia con el gozo de un fulgor nuevo y distinto.
Y todo porque se ha abierto, de par en par, la ventana de la liberación, el escape de la esperanza, la puerta de la eternidad, la escala de Jacob.
Y que se alegre nuestra madre, la Iglesia, la congregación de los llamados, para que luzca con fuerza el testimonio de su fuego. Y que resuenen todas las gargantas de alegría. Cantad conmigo, gozad conmigo, porque esta es la noche, la santa noche de esperanza.
Y hacedlo porque Dios salió valedor por nosotros. El rastro de sangre de su Hijo ha puesto fin a la deuda, y podemos reconocer en su faz a todos los sufrientes del mundo, a todos los que añoran la felicidad, a todos los que construyen el Reino.
“¿Quién decís que soy yo?”. Nos dejaron esa pregunta en el aire, como un ariete candente que ha taladrado nuestro afecto. Pero, como un guiño, nos has dicho que sabes quiénes somos nosotros: tus amados, tus preferidos. Nos has amado primero. Sabemos quienes somos, nos has puesto una señal en la frente, nos has señalado para la vida.
Ya no hay esclavitud posible, has derribado, con tu entrega todos los muros, has abierto una brecha que comunica definitivamente el cielo y la tierra. No hay línea en el horizonte, es un continuo de gloria.
Esta es una noche santa, como lo fue para Israel, cuando los sacaste aprisa de Egipto. Aquella noche en que pasaste como una exhalación para aliviar el yugo de la opresión. Tu fuego y su humo, en columna que mostraba tu fuerza, los condujo por entre un mar de dudas y de pérdida.
Esta noche sobran dinteles y cerrojos, batientes y cadenas, abismos y distingos. Has tirado de nosotros para rescatarnos de las puertas de la muerte. Cuando abriste tu sepulcro, desaparecieron todas las lápidas para convertirlas en vida. Los infiernos han sido anegados con las aguas de la salvación. Tu cruz es arca que rescata y pinta el arcoíris de goce. ¡Alégrate hermano y hermana! ¡Pinta de luz tus noches y tus vacilaciones! ¡Ha vencido, y tú con Él!
Hemos pasado de la muerte a la vida. No hay miedo , no hay miedo porque la apuesta ha sido fuerte, un desafío cruzó la sombría noche del sufrimiento que todos llevamos impreso en los días de nuestra vida, y arredró al pecado. ¡Nos han salvado a precio de sangre! A precio de amor nos han puesto en la balanza para hacernos requiebros de ternura y hallarnos bellos.
La multitud de testigos, que tachonan el universo de nuestro cielo íntimo, han dejado impronta de Ti y nos han guiado hasta Ti . La miríada de discípulos que nos han precedido, formando esta Iglesia nuestra, han regado de migajas de pan el camino para conducirnos a Ti .
Y los desheredados, los excluidos, los marginados, los despojados, los solos, los desasistidos forman un enorme puzle de tu imagen para recordarnos quiénes somos y a quiénes nos debemos.
Devuélvenos la inocencia del amor primero, recóbranos de nuestra vida sin aventura ni pasión, enciende en nosotros la luz, como la de este cirio, para que brillemos contigo.
Acepta este regalo, esta celebración de alegría, que te ofrecemos todos los hombres y mujeres que queremos ser de Ti, y discípulos de Jesús. Acepta el fragor de bondad que emerge desde tu Iglesia, enamorada de Ti, y tropezando sin Ti, como un presente que conduce el Cosmos hacia Ti . Que todos los rostros donde te vimos, todas las miradas donde te adivinamos, se unan en nuestro gozo y esparzan granos de esperanza que verdeen bosques de mañanas.
Te rogamos, Dios Padre corazón de madre, que este cirio arda si apagarse. Que la mañana lo encuentre ardiendo para que nos recuerde el lucero que no conoce el ocaso: el Cristo Resucitado, el Viviente, el que ha derribado para siempre el edificio del pecado.
Jesús, hermano y amigo, mi Señor y mi Dios, se ha convertido en el primero del linaje humano, brilla sereno y cercano para hacernos paso, para abrirnos camino en la vida sin muerte, en la luz sin crepúsculo.
Y el vive, y reina glorioso por los siglos de los siglos. Amen.
1 comentario:
Es precioso!!! Ojalá esepamos, realmente, llevar la señal en la frente, con valor y sinceridad. Feliz Pascua, hermano Pedro.
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