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martes, 26 de mayo de 2009

radio

Me voy a meter en contramano. Lo digo porque sé que no es una inconsciencia por mi parte, sino una parte mínima del cabreo que me cojo todas las mañanas cuando trato de enterarme de cómo ha transcurrido el mundo y sus cosas.
No tengo televisión, hace tiempo que hice ese sano "sacrificio". La caja tonta absorbe demasiadas energías, por lo menos las mías. Me dedico, entonces, a leer, a conversar, a trabajar en el campo... en fin denostadas labores que resultan, en determinados ambientes, sospechosas de aburrimiento.
Y también escucho la radio. Puedo entender que las que son privadas hagan uso de la libertad de expresión como les venga en gana y arrimen el ascua a su sardina. Algunas emisoras hacen alegatos encendidos de sus ideologías más allá de lo asumible y dibujan un mundo de un solo color. Bueno, pueden hacerlo porque estamos en un país libre.Otras se dedican a vituperar al adversario hundiéndolo en la miseria. No me gustan esas formas, pero hago pasar el dial por allí para enterarme, para reírme o para cabrearme.
Pero no entiendo cómo determinadas emisoras públicas se meten en el mismo paquete que las privadas, infringiendo las normas de la equidad; no puedo aceptar que apliquen el rodillo político-ideológico para asustar con el lobo que viene del otro bando; me indigna cuando, desde la impunidad de saber que no los van a echar, cuartean la información y la hacen llegar a los radioyentes sesgada y parcial. ¿Dónde está el código deontológico de esa profesión? Sobre todo cuando el director del programa es un funcionario público que se debe al servicio de todos los ciudadanos y no a los simpatizantes de un sector. Y no me refiero, naturalmente a los programas de opinión - que son más falsos que judas, porque allí solo hay una opinión única y universalmente válida. Me estoy refiriendo a las noticias. Es que no hay un día que no escuche una radio pública, que no se metan con los enemigos a batir, sean reales o los hayan creado.
Bueno, pues voy citar a la bicha. Las radios públicas como son Canal Sur y Radio Nacional de España, en sus informaciones, en numerosas ocasiones no informan, sino que van a hacer sangre. Mucha sangre.
Por ejemplo: cuando hablan de la Iglesia lo hacen en tono despectivo; cuando se refieren a los partidos de la oposición no guardan las formas y se escoran peligrosamente del bando de los gobernantes; cuando hablan de políticas gubernamentales, desprecian las opiniones contrarias, cuando no las silencian; cuando alguien se levanta para protestar, si no es de los amigos, miran a otro lado. En fin, el pensamiento único.
Alguien puede estar en contra de lo que digo. Vale. Que oiga las radios públicas un día y otro, a unas horas y a otras y verá como lo que digo es cierto. No todos los profesionales son así, cierto. Hay muchos que son ecuánimes. Pero algunos de los que llevan el peso de los programas tienen una querencia, a veces, demasiado llamativa.
Y por eso protesto. Quiero una radio pública de calidad, no ideologizada, no partidista, no gubernamental. Y si no puede ser, que la quiten. Prefiero colaborar con mis impuestos en otra cosa, que hacen falta perras en muchos lugares mucho más importantes que esos. Y digo pública, porque las privadas son otro cantar. Aunque no pueden escapar tampoco de la ética profesional y no deben faltar a la verdad, ni insultar, pueden estar en una línea determinada. Pero la pública no. La pública no. Canal Sur no, ni tampoco Radio Nacional de España.

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