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lunes, 5 de abril de 2010

Pascua de Resurrección

Pregón de 2010

Te quiero cantar en esta noche sin oscuridad
el más bello de los sones,
quiero librar una batalla con todos los sonidos
y escoger los mejores
para hablarle a todos de este triunfo, de esta dicha.
Te cantan hasta las piedras,
te anuncian todas las luces,
te llaman todos los hombres y los ángeles
para poder ofrecer esta liturgia de felicidad.

¡Cristo ha resucitado!

Cada vez que un hombre se levanta sobre sus propias convicciones, el universo entero cambia el eje de su giro.
Cada vez que un amor arrebata la fuerza al mal apremiando la llegada de un universo de concordia, se gozan hasta las entrañas de la tierra.
Cada vez que se alimentan las esperanzas de todos los hombres y mujeres a fuerza de apuestas contra la ironía del destino y sus desmanes, los ángeles en el cielo entonan cantos de aleluya.
Cada vez que la libertad se abre paso a tajos de sangre que se vierte por romper cadenas de ignominia, salta la primavera en las lindes de la historia.
Cada vez que salimos al umbral de las necesidades convirtiéndonos en sal que convierte el mundo en habitable, nos pagan con salario de gloria.
Tal esta noche, madre y cobijo de todas las que se ciernen sobre el mundo venidero. Esta luz no fuerza las tinieblas, las rompe, las hace retroceder al lugar del olvido. Esta Luz es la única que puede organizar un orbe nuevo.
Por eso Dios sonríe, por eso la Iglesia reconstruye su faz y mantiene erguida la ternura.
Aclamad conmigo, hermanos y hermanas. Gritad conmigo, cantad y que lo hagan hasta las piedras porque no hay temor, no hay más que una certeza contenida en todos los átomos y en todos los sueños. Ha vencido la vida, ha vencido el bien, ha vencido el amor.

¡Cristo ha resucitado!

Gracias Padre, corazón de madre, por el regalo de la honestidad de tu Hijo, de su cordura y su tesón. Gracias por el regalo de su vida: en un intento de poner alas de ángeles a los hombres, desabrochó para siempre el cielo y lo hizo suelo. Ya no hay dolor por la duda y la noche: ella siempre está a las puertas del día. El pecado es el trasunto, la trastienda que nos ha llevado a conocer una mercancía que no se compra con miradas huidizas, con seguridades ceñidas a los lomos del corazón.
Esta noche, como aquella primera del caos original, alumbró el cielo de luces que ordenaste a la vida. Esta noche, como en Egipto, has introducido un nuevo orden de cosas en la historia. Esta noche, como aquella que conoció el triste y lóbrego silencio, forzaste para siempre las puertas del mal y trazaste, clara y nítida, la frontera que linda con la utopía: y esa línea es el corazón del hombre.

¡Qué noche tan linda esta que enciende una vela para alumbrar la casa universal!¡Qué hermosa noche que reta a los cielos en miles de lugares donde has talado el bosque de palabras que matan la vida!¡Qué bella la noche que brotó de tu costado para poner de relieve la alegría, la inocencia de un Dios con cara de niño asombrado!¡Qué lucero de noche, qué bóveda la levantada para contener todos los esfuerzos que tiran hacia un mañana mejor!

Cristo para siempre Luz; Ungido, para siempre bálsamo; Jesús, para siempre amante. Tú, columna de luz que se levanta para unir el cielo con la tierra, sostennos para siempre en la esperanza.
Hermano de los pobres y compañero de los débiles, responde pronto a la llamada y quédate para siempre resucitado entre nosotros.

Padre bueno, bendícenos en esta noche en que levantamos el árbol vencido a fuego de agonía y que es parte de nuestra gloria. Sostennos Tú entre los astros que brillan en los cielos para hacer más fácil la anochecida. Pon fin a nuestra espera. Haznos luz con la luz. Danos vida en la vida.
Amén.

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