Miércoles 17
Todos los judíos estaban obligados a pagar un diezmo. Era una fórmula para mantener el servicio religioso del Templo. Rito contra amor. Así nos lo presenta la Escritura. La gran diferencia en el planteamiento cristiano, frente a las otras religiones, lo constituye el hecho de que la relación hombre-Dios no es a través del Rito, sino de la relación novedosa con la humanidad.
En algunas religiones, el sacerdote (chamán, santón, etc.) es el único mediador entre Dios y el hombre. Para acceder a la esfera sagrada no tenemos necesidad de otro que nos haga de vehículo, nuestra actitud con los demás es el hecho religioso. La propuesta es la justicia y el amor, actitudes humanas que me aproximan a mis semejantes para elevarlos y llevarlos a su plenitud.
Hay ciudadanos de primera y de segunda. Se expresa en esta lectura con lo de los primeros puestos. Sin embargo, el seguimiento de Jesús nos hace iguales. Entre los discípulos parece que esta era una realidad tan evidente que, en su grupo, había hasta mujeres. Segunda característica que se enfrenta a una costumbre muy humana –y religiosa- de diferenciar entre unos y otros en función de sus cargos y no de su santidad de vida.
Parece muy lógico que rechinen las cuadernas y protestemos: ¡oye, que también me estás señalando! Pues sí, porque nosotros empezamos a dividir el mundo entre los que se parecen a mí y hacen lo que yo hago, que son los buenos; y los que hacen lo otro y se van a condenar. Y ojito porque estas actitudes se nos cuelan en las mejores intenciones y terminamos condenando a todos. Antes, debe existir esa inclinación hacia el bien de los demás- el amor- y hacia una percepción que nos iguala frente a los otros y a Dios – la justicia-. Este es el mensaje que Jesús no cesa de expresar de una u otra forma. Y hoy es necesario, como lo fue entonces.
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