Sábado 20
Lo que más llama la atención en este retazo de la Palabra de Dios es que parece latir una queja ante la posibilidad del abandono de las convicciones.
Pienso que estamos en una encrucijada de la historia en la que el problema vital, dentro del cristianismo, reside en la intensidad.
Vemos cómo los jóvenes buscan vivir intensamente el momento y, sin mirar excesivamente hacia adentro, entran en una espiral de diversión que es preocupante. O cómo los adultos claudican de los grandes principios para vivir pegados a consignas, abortando toda posibilidad de triunfar en sus sueños. Vemos cómo el cristianismo se convierte en una caricatura de sí mismo quedando, por ejemplo, sólo la tela del traje de comunión como espejismo de eucaristía. También nos podemos asustar ante la desastrosa imagen de los partidos, vendiendo sólo imagen – y poder.
Relativizar todo, para poner en el mismísimo medio a Jesús. Abrir las velas de la esperanza para dejarse enviar, al soplo del Espíritu, hacia las remotas aguas del Reino Nuevo. Y no equivocarse convirtiendo los medios en fines, el riesgo en miedo, y la prudencia en negaciones parcas.
“El Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que debéis decir”. Como campaña de marketing es bien poco, pero como dicen los más grandes: “lo menos es más”. Aprender a fiarse más de quien tiene las riendas de la historia, ciertamente nos haría más libres, menos temerosos. Más confiados en la supremacía de Dios en la historia. Buena falta nos hace a todos.
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