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lunes, 15 de octubre de 2007

Lecturas del Viernes 19 de Octubre de 2007

Viernes 19


No tengáis miedo. Y eso se lo dice a un montón de personas que se agolpan hasta pisarse. ¡Qué discurso, qué palabra tuvo que tener este hombre! Hay un público, una humanidad entera por conquistar con la Palabra de la Vida. Porque era evidente que encandilaba con su mensaje. Y no era para menos.
Lo primero, esa percepción de Dios que es cercanía. Atributo divino, por cierto, olvidado por los teólogos, ¿No habría que recurrir a la analogía del lenguaje de mínimos para hablar del Dios de Jesús? Podríamos definirlo como amante, sufriente, cercano, abierto al perdón, pobre y dependiente del hombre para poder venir al mundo… Ya Celso, en los primeros momentos de la Iglesia, se indignaba con los cristianos por este discurso que hacía a Dios –el de Jesús, claro - falible, mediato y finito. O dicho mejor: que podía equivocarse, que necesitaba de los otros y que tenía un fin. Por eso el hombre no tiene nada que temer. Dios no se sienta en un trono inmenso y separado de los hombres, sino que camina con ellos, en su historia personal, los acompaña, pide de ellos su cordialidad para poder salvarlos, se humilla hasta la negación de su criatura, busca en lo recóndito de su alma para poder engrandecerlos… en fin se convierte en uno de nosotros. Por eso muere de amor, de un amor herido de humanidad, esto es, de apertura eterna para que el otro se acerque.
No temáis, porque Dios-padre-corazón de madre, abarca la totalidad de nuestra limitación para llevarnos a la inmensidad de su amor. Nada se pierde de nuestro ser en su enorme capacidad de verter cariño, cada uno de los huecos de nuestras células se verán inundados de la felicidad de sentirnos queridos. Y ningún universo de maldad podrá quebrar esa voluntad de acercarnos a su seno. Ni nuestra contumaz capacidad de querernos superior a Él o a los otros; ni el odio alimentado sobre nosotros que se vuelca en los demás; ni todo el egoísmo que destilamos en las acciones de abandono o desidia. Nada puede doblegar su deseo de acabar en Él todas las cosas y los seres.
No puede haber miedo, ya hemos sido rescatados para un amor mejor.

Pedro Barranco.
pedro@tierraesperanza.es

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