Las hojas del castaño han caido, dejando el hueso del tronco desnudo. Ahora se ve su porte altivo, su trepa recta, sus ramas generosas. Se aprecia lo que es, después de haber tirado lo que le daba lustre y utilidad. Sembrado de esqueletos de madera vivos, paseo por el campo y me imagino al ser humano de la misma forma. Somos cuando se desnuda tanta farfolla y ropaje, para quedarnos tiritando frente a nuestra realidad.
El adviento ayuda a despejar tanta imagen como vendemos, para poder recibir con certeza a Aquel que viene. Nada hay más sabio que reconocer que vamos siendo en la medida en que nos dejamos abordar por el Misterio. Y este misterio tiene nombre de Niño. Buen momento para enraizar la fe, no en las costumbres estudiadas de los tenderos, sino en el hondón de la Palabra que se hizo carne.
El adviento ayuda a despejar tanta imagen como vendemos, para poder recibir con certeza a Aquel que viene. Nada hay más sabio que reconocer que vamos siendo en la medida en que nos dejamos abordar por el Misterio. Y este misterio tiene nombre de Niño. Buen momento para enraizar la fe, no en las costumbres estudiadas de los tenderos, sino en el hondón de la Palabra que se hizo carne.
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