Tuve la ocasión de participar, hace unos días, en una boda. Hay gente que, aún, se casa según el rito católico, con plena conciencia de lo que hace. Y eso es una fuente de satisfacciones para los que creemos que el amor es un vínculo que empieza, pero que se prolonga con vocación de eternidad.
Asistí a la profesión pública de ese amor que, sin lugar a dudas, es un hecho precioso. Es una buena noticia, es una apuesta y un riesgo que da sentido a toda una vida.
Junto a este hecho, tuve la desagradable percepción de otro: los que asistían, lo hacían en silencio. No participaban (¿no sabían?) de nada del rito. Espectadores mudos, pasivos y distantes. Tristísimo, la verdad. Porque era como poner calor y frío uno al lado de otro. Decía un participante que parecíamos el kit de boda, porque nosotros nos encargamos de los cantos, de las moniciones...¡y de las contestaciones! Ni el Padrenuestro, oiga.
No era increencia, u oposición a ese hecho de casarse por la Iglesia, era otra cosa...¿ausencia?, ¿ignorancia?...no sé. Pero resultaba enormemente chocante. Aquello de estar más cllado que en misa era cierto. Pero no porque el cura estuviera de espaldas al pueblo, en este caso era el pueblo el que se situaba de espaldas.
Con estos mimbres, pocos cestos nos van a salir.
Aquí está ocurriendo algo muy gordo y, como no nos pongamos las pilas, nos va a sorprender la realidad con el paso cambiado. No en todos los sitios pasa igual, claro. Pero hay sitios en los que pasa. Obviamente, es necesaria una reevangelización. Y, por ende, un cambio en los métodos. Faltan testigos que contagien, y medios que enganchen. Porque el Mensaje que llevamos, en vasijas de barro, es bien valioso.
Pronto está el Espíritu en llegar, sobre corazones cobardes también. Pero hemos de tener esa disposición que convierte las ganas en realidad, el sueño en proeza.
2 comentarios:
Este comentario no va relacionado con esta última entrada (que me ha gustado mucho también y me hace pensar), sino a la dedicatoria de "a mis alumnos de Cortegana". Lo siento pero me siento aludida, y quiero que si en algún momento las circunstancias te han hecho flaquear en tu labor, mis palabras te sirvan de aliento para seguir siendo el profesor que eres y has sido, ese que nos deja sin aliento frente a verdades como puños, el que hace que se nos remuevan hasta las tripas para que nuestro sentido espabile, el que apacigua rebeldías y anima sensateces. Has sido y eres un magnifico profesor dentro de las aulas, y fuera de estas.... aún más. Un beso
Gracias, eres un encanto.
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