Fue hace mucho tiempo cuando me encontré con este libro. Me lo propuso para la lectura una persona que, entonces, era vicario pastoral de la diócesis de Valencia y que, actualmente, es Obispo de la de Huelva.
Reconozco que no he dejado de leerlo desde entonces, y de recomendarlo, por supuesto.Es un auténtico clásico en la espiritualidad.
Eloi Lecrec hace un dibujo de Francisco de Asís que me parece enormemente acertado. El santo de Asís es un hombre tan parecido a Jesús, a quién amaba profundamente, que, dice la tradición, termina portando los estigmas de la pasión. Lo realmente importante, en el libro, es cómo va acercando su vida al ideal que sueña. Cosa no fácil. La vida va deteriorando, con celo de termita, todo aquello que te impulsó a dar pasos de gigante. Los proyectos importantes empiezan, algún día, con una decisión también importante. Pero mantenerlos en buen rumbo es obra de pacientes timoneles. La historia que desgrana, en los últimos años de su vida, de Francisco, nos habla de su grandeza, de su constancia, de la firmeza de sus opciones.
La importancia de los santos no reside en que levitaban o no, hacían milagros o no, estaban en varios sitios a la vez o llevaban aureola autoportante. Creo que su grandeza reside en su enorme humanidad y en su falibilidad que van modelando con la convicción y la coherencia. Esos son los ejemplos de vida. Máxime dicho para hoy, que todo parece ser un mar de incongruencias y cambios de chaqueta.
Sí, me propuso algo bueno el bueno de José Vilaplana. A mí me llenó de esperanza, por eso lo recomiendo.
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