¿Cuándo te vimos?
(Mt 25, 35-45)
Acostumbré a
volver la vista
cuando me
dolías,
era más fácil
olvidarte
imaginar que no
era
ni aflicción ni
sujeto,
que no estabas,
y ya.
Decir que son
otros
los
responsables,
los que deben,
hace mi vida
muelle
un lugar seguro
y me aleja
de ti.
Ni el estómago
hinchado,
y vacío,
ni la soledad de
la cárcel,
ni la desnudez
de tu carne,
ni tu huida,
ni tu dignidad
perdida
hicieron mella
en mi egoísmo
desmedido.
Y me dices que
eres tú,
que escondes tu
rostro
en esa miseria,
que la pregunta
final
será
si he amado.
¿Cuándo puedo
volver,
a qué mano debo
tender
como una
alfombra
mi alma
que llegue a tu
indigencia
y me deje lleno
de Ti?
No permitas más
que borre mi
conciencia
dedicando el
tiempo
a la sombra de
mi mismo
perdido entre
las hebras
de un
aislamiento
que busca solo
su propia,
inane, felicidad
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